Del gancho público para el ojo privado,
junto al neutral río donde los niños estaban,
me ahorcaron ante el populacho, para que viera el cielo.
Cuando ahí me colgaron, ondeé como bandera
junto al brillante río azulado donde los niños jugaban,
y mi sonrisa entró a formar parte del atraso cultural.
Nombré tres mártires. Mi madre vino
al grisáceo río donde los niños acusaban:
"Hijo mío, has honrado el nombre de la familia".
Yo estaba feliz. Entonces un desfile pasó
por el río de sombras donde los niños saludaban,
y los uniformes me hicieron estremecer y gritar.
Traté de bajar. Lo que había aprendido
junto al río sin sol donde los niños chillaban
fue sólo dolor. Me ardían las ataduras.
Pero no me podía mover. ¿Me habían lanzado
al cada vez más oscuro río donde los niños desfallecían
o había llegado allí por mi cuenta?
Las bandas tocaban cuando me bajaron de allí,
junto al sucio río donde los niños lloriqueaban,
y un hombre dio un discurso en una larga y negra túnica.
Dijo que yo era un héroe. Pero no me importó.
El río manaba sangre y los niños murieron,
y yo también quise morir, pero me dejaron allí.
River Song
By the public hook for the private eye,/Near the neutral river where the children were,/I was hung for the street, to watch the sky.
When they strung me there, I waved like a flag/Near the bright blue river where the children played,/And my smile became part of the cultural lag.
I named three martyrs. My mother came/To the grayish river where the children stared:/"My son, you have honored the family name."
I was happy. Then a parade went by/Near the shadowy river where the children waved,/And the uniforms made me shiver and cry.
I tried to get down. What I had learned/Near the sunless river where the children screamed/Was only pain. My ropemarks burned.
But I couldn't move. Had I been thrown/By the darkening river where the children failed,/Or had I come there quite alone?
The bands were playing when they cut me down/By the dirty river where the children cried,/And a man made a speech in a long black gown.
He called me a hero. I didn't care./The river ran blood and the children died./And I wanted to die, but they left me there.
Para una traducción alternativa que me sirvió como primera toma de contacto:
http://zaidenwerg.blogspot.com.es/2011/04/cancion-del-rio-weldon-kees.html
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lunes, 18 de marzo de 2013
viernes, 24 de agosto de 2012
Recordando un Temblor en el Bosque de los Muertos, de Luis Rosales (borrador de traducción)
Remembering a Tremor in the Forest of the Dead
If the heart lost its foundations,
if the earth and lumber from the forest
of blood quivered, and if all your flesh
could put itself into gentle and absolute
motion, like an avalanche slowly crawling,
erasing a frontier in each step,
and if a fixed light were blindness,
and if between the seeing and staring the wind could stay,
and if your dearest dead formed
a burning forest under the naked sea
-the forest of death where a sun yields,
already in another sky, its silent gold-
and if a swarm flew among the branches
where the tremor raised the first leave.
Si el corazón perdiera su cimiento,/ y vibraran la tierra y la madera/ del bosque de la sangre, y se pusiera/toda tu carne en leve movimiento
total, como un alud que avanza lento/ borrando en cada paso una frontera,/ y fuese una luz fija la ceguera,/ y entre el mirar y el ver quedara el viento,
y formasen los muertos que más amas/ un bosque ardiente bajo el mar desnudo/ -el bosque de la muerte en que deshoja
un sol, ya en otro cielo, su oro mudo-/ y volase un enjambre entre las ramas /donde puso el temblor la primera hoja...
If the heart lost its foundations,
if the earth and lumber from the forest
of blood quivered, and if all your flesh
could put itself into gentle and absolute
motion, like an avalanche slowly crawling,
erasing a frontier in each step,
and if a fixed light were blindness,
and if between the seeing and staring the wind could stay,
and if your dearest dead formed
a burning forest under the naked sea
-the forest of death where a sun yields,
already in another sky, its silent gold-
and if a swarm flew among the branches
where the tremor raised the first leave.
Si el corazón perdiera su cimiento,/ y vibraran la tierra y la madera/ del bosque de la sangre, y se pusiera/toda tu carne en leve movimiento
total, como un alud que avanza lento/ borrando en cada paso una frontera,/ y fuese una luz fija la ceguera,/ y entre el mirar y el ver quedara el viento,
y formasen los muertos que más amas/ un bosque ardiente bajo el mar desnudo/ -el bosque de la muerte en que deshoja
un sol, ya en otro cielo, su oro mudo-/ y volase un enjambre entre las ramas /donde puso el temblor la primera hoja...
lunes, 16 de julio de 2012
Para Mi Hija (Weldon Kees)
Sondeando los ojos de mi hija descubro
escondida tras la inocencia de carne
fresca, augurios de muerte a los que ella
no presta atención.
El más frío de los vientos ha mecido este pelo, y un amasijo
de algas enredado estas miniaturas de manos;
el lento veneno de la noche, tolerante y dócil,
ha conmovido su sangre. Resecos días que he vislumbrado
como suyos aparecen: repugnantes, persistente muerte
durante una guerra certera, las delgadas piernas verdes.
O, alimentada por el odio, ella entregando el aguijón
de la agonía de los otros; quizás la cruel
esposa de un sifilítico o un iluso.
Estas conjeturas se agrian en el sol.
No tengo hija, ni deseo ninguna.
To My Daughter
Looking into my daughter’s eyes I read
Beneath the innocence of morning flesh
Concealed, hintings of death she does not heed.
Coldest of winds have blown this hair, and mesh
Of seaweed snarled these miniatures of hands;
The night’s slow poison, tolerant and bland,
Has moved her blood. Parched years that I have seen
That may be hers appear: foul, lingering
Death in certain war, the slim legs green.
Or, fed on hate, she relishes the sting
Of others’ agony; perhaps the cruel
Bride of a syphilitic or a fool.
These speculations sour in the sun.
I have no daughter. I desire none.
escondida tras la inocencia de carne
fresca, augurios de muerte a los que ella
no presta atención.
El más frío de los vientos ha mecido este pelo, y un amasijo
de algas enredado estas miniaturas de manos;
el lento veneno de la noche, tolerante y dócil,
ha conmovido su sangre. Resecos días que he vislumbrado
como suyos aparecen: repugnantes, persistente muerte
durante una guerra certera, las delgadas piernas verdes.
O, alimentada por el odio, ella entregando el aguijón
de la agonía de los otros; quizás la cruel
esposa de un sifilítico o un iluso.
Estas conjeturas se agrian en el sol.
No tengo hija, ni deseo ninguna.
To My Daughter
Looking into my daughter’s eyes I read
Beneath the innocence of morning flesh
Concealed, hintings of death she does not heed.
Coldest of winds have blown this hair, and mesh
Of seaweed snarled these miniatures of hands;
The night’s slow poison, tolerant and bland,
Has moved her blood. Parched years that I have seen
That may be hers appear: foul, lingering
Death in certain war, the slim legs green.
Or, fed on hate, she relishes the sting
Of others’ agony; perhaps the cruel
Bride of a syphilitic or a fool.
These speculations sour in the sun.
I have no daughter. I desire none.
jueves, 5 de enero de 2012
A la Mujer (Lord Byron)
¡Mujer! La experiencia podrá haberme dicho,
que todo el que os contemple habrá de amaros;
Seguro que la experiencia me habrá enseñado
que vuestras firmes promesas no son nada;
pero, dispuesta ante mi con todos vuestros encantos,
todo yo lo olvido, menos adoraros.
¡Oh Memoria! vos elegís la bendición
que va unida a la esperanza, cuando aún poseéis;
¡pero tanto más despreciada por cada amante
cuando la esperanza ha huído, y la pasión acabado!
La mujer, esa bella y cariñosa embaucadora,
¡cómo tienden los mozuelos a creerla!
¡Cómo late nuestro pulso al ver
el ojo que rueda brillante y azul,
o centellea negro, o suave lanza
un destello bajo frentes castañas!
¡Qué pronto damos crédito a cada voto,
y la oímos prestar el voluntarioso juramento!
Ingenuos esperamos que durará para siempre,
cuando, ¡atended! ella en un día cambia .
Este testimonio permanecerá,
"¡Mujer! vuestras promesas se escriben en la arena."
Woman! experience might have told me
That all must love thee, who behold thee:
Surely experience might have taught
Thy firmest promises are nought;
But, plac'd in all thy charms before me,
All I forget, but to adore thee.
Oh memory! thou choicest blessing,
When join'd with hope, when still possessing;
But how much curst by every lover
When hope is fled, and passion's over.
Woman, that fair and fond deceiver,
How prompt are striplings to believe her!
How throbs the pulse, when first we view
The eye that rolls in glossy blue,
Or sparkles black, or mildly throws
A beam from under hazel brows!
How quick we credit every oath,
And hear her plight the willing troth!
Fondly we hope 'twill last for ay,
When, lo! she changes in a day.
This record will for ever stand,'
"Woman, thy vows are trac'd in sand."
que todo el que os contemple habrá de amaros;
Seguro que la experiencia me habrá enseñado
que vuestras firmes promesas no son nada;
pero, dispuesta ante mi con todos vuestros encantos,
todo yo lo olvido, menos adoraros.
¡Oh Memoria! vos elegís la bendición
que va unida a la esperanza, cuando aún poseéis;
¡pero tanto más despreciada por cada amante
cuando la esperanza ha huído, y la pasión acabado!
La mujer, esa bella y cariñosa embaucadora,
¡cómo tienden los mozuelos a creerla!
¡Cómo late nuestro pulso al ver
el ojo que rueda brillante y azul,
o centellea negro, o suave lanza
un destello bajo frentes castañas!
¡Qué pronto damos crédito a cada voto,
y la oímos prestar el voluntarioso juramento!
Ingenuos esperamos que durará para siempre,
cuando, ¡atended! ella en un día cambia .
Este testimonio permanecerá,
"¡Mujer! vuestras promesas se escriben en la arena."
Woman! experience might have told me
That all must love thee, who behold thee:
Surely experience might have taught
Thy firmest promises are nought;
But, plac'd in all thy charms before me,
All I forget, but to adore thee.
Oh memory! thou choicest blessing,
When join'd with hope, when still possessing;
But how much curst by every lover
When hope is fled, and passion's over.
Woman, that fair and fond deceiver,
How prompt are striplings to believe her!
How throbs the pulse, when first we view
The eye that rolls in glossy blue,
Or sparkles black, or mildly throws
A beam from under hazel brows!
How quick we credit every oath,
And hear her plight the willing troth!
Fondly we hope 'twill last for ay,
When, lo! she changes in a day.
This record will for ever stand,'
"Woman, thy vows are trac'd in sand."
viernes, 9 de diciembre de 2011
Compuesto Junto al Lago Grasmere (William Wordsworth)
Las nubes, entreteniéndose aún,
se extienden en sólidos bloques
a lo largo del oeste gris;
¡y mirad! estas aguas, templadas
por un aire calmo hasta
convertirse en pulida cera, entregan
un vívido retrato de las
estrellas;
Júpiter, Venus, y la rojiza
cresta de Marte
entre sus compañeros
hermosamente revelados
a una feliz distancia del
gimiente campo de la tierra,
donde los despiadados
mortales mantienen incesantes guerras.
¿Es un espejo?--¿o acaso la
Esfera inferior
que pone a la vista el
abismo donde ella alimenta
sus propios fuegos
calmos?--¡Pero oíd! una voz se acerca;
el mismísimo Gran Pan
susurrando entre los juncos,
"¡Estate agradecido,
pues si terribles hechos
asolan el mundo, aquí la
tranquilidad se haya!"
viernes, 22 de julio de 2011
Edge (Sylvia Plath)
Borde
La mujer es ya perfecta.
Su inerte
cuerpo trae la sonrisa del cumplimiento,
la ilusión de una necesidad griega
fluye por los pliegues de su toga,
sus pies
desnudos parecen estar diciendo:
hemos llegado tan lejos, se ha acabado.
Cada niño muerto enroscado, una blanca serpiente,
en cada pequeña
jarra de leche, ahora vacía.
Ella los ha plegado
en su cuerpo como pétalos
de una rosa cerrada cuando el jardín
se endurece y los aromas sangran
de las dulces, profundas gargantas de la flor de noche.
La luna no tiene de qué entristecerse,
vigilando desde su capucha de hueso.
Está acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus negruras crujen y se arrastran.
La mujer es ya perfecta.
Su inerte
cuerpo trae la sonrisa del cumplimiento,
la ilusión de una necesidad griega
fluye por los pliegues de su toga,
sus pies
desnudos parecen estar diciendo:
hemos llegado tan lejos, se ha acabado.
Cada niño muerto enroscado, una blanca serpiente,
en cada pequeña
jarra de leche, ahora vacía.
Ella los ha plegado
en su cuerpo como pétalos
de una rosa cerrada cuando el jardín
se endurece y los aromas sangran
de las dulces, profundas gargantas de la flor de noche.
La luna no tiene de qué entristecerse,
vigilando desde su capucha de hueso.
Está acostumbrada a este tipo de cosas.
Sus negruras crujen y se arrastran.
Uno de los últimos poemas que Plath escribió antes de darse muerte. Tradicionalmente la crítica lo ha considerado una nota de suicidio en la que incluso expresa el deseo de llevarse a sus hijos con ella. Ni mis admirados Ted Hughes o Seamus Heaney fueron capaces de separar en sus interpretaciones la persona poética y textual de la Sylvia real y cayeron presa de la limitadora castración autobiográfica.
Para más información remito a este excelente artículo sobre los últimos poemas de Plath:
http://findarticles.com/p/articles/mi_7026/is_1_100/ai_n28309477/?tag=mantle_skin;content
El poema original:
http://www.angelfire.com/tn/plath/edge.html
miércoles, 18 de mayo de 2011
Cangrejos Fantasma (Ted Hughes)
Al anochecer, mientras el mar se oscurece,
una profunda oscuridad toma forma, organizándose desde los abismos y los
páramos submarinos,
hasta la orilla del mar. Al principio
se asemeja a rocas descubriéndose, mutilando su palidez.
Luego, poco a poco, la labor de la marea
al retirarse desvela sus productos,
su poder abandona las brillantes góndolas, que resultan ser cangrejos.
Cangrejos gigantes, bajo sus cráneos lisos, mirando tierra adentro
como una trinchera atestada de cascos.
Fantasmas, son cangrejos fantasma.
Así emergen
un vómito invisible de frío marino
sobre el hombre que pasea por las arenas.
Se vuelcan tierra adentro, hacia la púrpura humareda
de nuestros bosques y aldeas, una oleada peluda
de enormes y tambaleantes espectros
deslizándose como descargas por el agua.
Nuestras paredes, nuestros cuerpos, no son un problema para ellos.
Su apetito reside en otros lugares.
No podemos verlos ni apartar la mirada.
Sus bocas burbujeantes, sus ojos
con su lenta furia mineral
se hacen paso a través de nuestra nada donde nos tiramos sobre camas
o nos sentamos en habitaciones. Nuestros sueños quizá se alborotan,
o nos despertamos sacudidos al mundo de las posesiones
con un jadeo, en un estallido de sudor, los sesos machacados por
la luz de una bombilla. A veces, por unos minutos, una resbaladiza
y escrutadora
espesura de silencio
se abre paso entre nosotros. Estos cangrejos poseen el mundo.
Toda la noche, alrededor o a través de nosotros,
se acosan, se aferran los unos a los otros,
se montan, se despedazan los unos a los otros.
Se agotan por completo.
Ellos son las fuerzas de este mundo.
Nosotros tan solo sus bacterias,
muriendo sus vidas y viviendo sus muertes.
Al amanecer, se repliegan sigilosamente bajo la orilla del mar.
Son el desconcierto de la historia, la convulsión
en las raíces de la sangre, en los ciclos de la concurrencia.
Para ellos, nuestras abarrotadas tierras son campos de batalla vacíos.
Durante el día se recuperan bajo el mar.
Su canto es como una fino viento marino arqueándose sobre las rocas
de un promontorio,
donde sólo los cangrejos escuchan.
Ellos, los únicos juguetes de Dios.
(Es inevitable confesar la significativa deuda para con la traducción de Xoán Abeleira en Bartleby)
una profunda oscuridad toma forma, organizándose desde los abismos y los
páramos submarinos,
hasta la orilla del mar. Al principio
se asemeja a rocas descubriéndose, mutilando su palidez.
Luego, poco a poco, la labor de la marea
al retirarse desvela sus productos,
su poder abandona las brillantes góndolas, que resultan ser cangrejos.
Cangrejos gigantes, bajo sus cráneos lisos, mirando tierra adentro
como una trinchera atestada de cascos.
Fantasmas, son cangrejos fantasma.
Así emergen
un vómito invisible de frío marino
sobre el hombre que pasea por las arenas.
Se vuelcan tierra adentro, hacia la púrpura humareda
de nuestros bosques y aldeas, una oleada peluda
de enormes y tambaleantes espectros
deslizándose como descargas por el agua.
Nuestras paredes, nuestros cuerpos, no son un problema para ellos.
Su apetito reside en otros lugares.
No podemos verlos ni apartar la mirada.
Sus bocas burbujeantes, sus ojos
con su lenta furia mineral
se hacen paso a través de nuestra nada donde nos tiramos sobre camas
o nos sentamos en habitaciones. Nuestros sueños quizá se alborotan,
o nos despertamos sacudidos al mundo de las posesiones
con un jadeo, en un estallido de sudor, los sesos machacados por
la luz de una bombilla. A veces, por unos minutos, una resbaladiza
y escrutadora
espesura de silencio
se abre paso entre nosotros. Estos cangrejos poseen el mundo.
Toda la noche, alrededor o a través de nosotros,
se acosan, se aferran los unos a los otros,
se montan, se despedazan los unos a los otros.
Se agotan por completo.
Ellos son las fuerzas de este mundo.
Nosotros tan solo sus bacterias,
muriendo sus vidas y viviendo sus muertes.
Al amanecer, se repliegan sigilosamente bajo la orilla del mar.
Son el desconcierto de la historia, la convulsión
en las raíces de la sangre, en los ciclos de la concurrencia.
Para ellos, nuestras abarrotadas tierras son campos de batalla vacíos.
Durante el día se recuperan bajo el mar.
Su canto es como una fino viento marino arqueándose sobre las rocas
de un promontorio,
donde sólo los cangrejos escuchan.
Ellos, los únicos juguetes de Dios.
(Es inevitable confesar la significativa deuda para con la traducción de Xoán Abeleira en Bartleby)
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